miércoles, 10 de junio de 2015

00054 Imaginar

LA OTRA REALIDAD



Aunque no sea cierto, aunque la realidad, tozuda realidad, se empeñe en que no sea cierto. Me gusta imaginar. Inventar qué se esconde tras unos ventanales. Crear historias en una ciudad sin nombre que se adivina a lo lejos a través de unas luces que tilitan ante mis ojos.

Imaginar que es cierto, que todavía se puede aunque las cartas me digan todo lo contrario. Imaginar cómo seré, qué frontera cruzaré para descubrir otra vida imaginada. Imaginar en tono bajo de luz para que nadie me vea y no sepa que imagino. Me gusta imaginar porque todavía creo, porque aún tengo esperanza.

La imaginación es un antídoto contra la pesadumbre, contra la tozuda realidad. Imagino tules y disfraces, cánticos y palabras, etéreos paisajes de impronunciables nombres, voces que todavía creen en mí y manos que se acercan para abrazarme.

Imaginar es un cántico a mi libertad, un verso jalonado de locura y sensatez alocada. Un verbo acabado en ar,  igual que el de desear. Imaginar es visualizar un océano transparente o un alma en tres dimensiones; es apagar la luz y que el color ilumine toda la instancia. Imaginar es averiguar quien habita en la nube, de qué vive el deseo o qué fue de quien pisó tu última huella en la arena.


Es fácil imaginar.  Es gratificante imaginar. Es un incordio para la realidad.

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