martes, 14 de abril de 2015

00047 Caminar

EJERCICIO PARA LOS SENTIDOS

La primavera viene con las zapatillas calzadas. Nuevas, relucientes. Y yo le acompaño de buen grado con mi calzado de antaño,  impregnado de polvos y barros, de arenas y sales. 

El caso es caminar. Caminar sin cansar, sin detener el paso, ralentizar la marcha si es preciso, pero nunca pararlo. El camino es un antojo para los pies inquietos y la mente despierta. Cuesta empezar, los inicios siempre son costosos. Cien, doscientos, trescientos metros... ¡Hola! ¡Hasta luego! ¡Adiós! o el silencio.

Los sentidos se acaban de enterar de que ellos también han empezado a caminar. Los pensamientos, sin embargo, siguen todavía entretenidos. El tenue sonido de un arroyo, una moto que equivocó su destino, una flor que marchitó antes de tiempo por un desvarío, el viento que se ausentó por otros avíos y la nada que se vislumbra allá, al final del recorrido. No hay que mirar hacia atrás. ¡Para qué! Si lo venturoso está por delante.

Los ojos no dan a basto. Ya no retienen de tanto pasar. Un conocido olor irrumpe de repente para transportar viejas nociones. No, no toca aquí. El sol ya no es amable, ya no es placentero, me dice la razón. Desoigo su advertencia, no quiero, todavía no, un cobijo.







Quiero concentrarme en ellos pero no puedo. Tampoco me reclaman.Todavía siguen entretenidos. Y cuento olas y hojas. Y enumero conchas y copas, según sea el camino.

Caminar y caminar. El caso es caminar, aunque sea a desgana. Para vencer tiempos y perezas. Caminar para por una vez, llegar aunque sea a un anónimo destino. La primavera viene con las zapatillas calzadas. Yo, las mías, las tengo preparadas.

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