miércoles, 8 de abril de 2015

00044 Contemplar el Mar

HORAS SIN DESTINO

Siempre igual y a la vez tan distinto. Como tú, por cortesía. Como yo, por naturaleza. Te observo como ayer, como hace siete días, como el año pasado, como vengo haciendo desde hace ya muchos años. No me eres extraño a los ojos de lo cotidiano y sin embargo,  no te reconozco. O tal vez sí.

Eres el mismo a quien confié mis debilidades y también alardeé sobre alguna que otra fortaleza. Al que confesé lo que ni yo mismo sabía porque tu silencio abismal avalaban mis porfías. 

Ajeno a los rumores que no distingo, abrazo tus luces y sombras de calma chicha y bronco sonido. Las horas pasan y todo vuelve a empezar. Todo vuelve a ser espiral sin fin como la ola que vuelve a dormir, ya desprovista de vida, a la orilla de tu playa. Así lo hizo ayer y hace siete días. Como lo viene haciendo desde hace ya muchos años. Pasan las horas y los días, sólo eso. 

Y allí seguimos, tu y yo. Habrá algo más, mucho más que tu y yo, pero no lo adivino. No tiene tu fuerza. Carece de empatía. No me interesa. Tu seducción todo lo puede, todo lo envuelve, todo lo aleja y empequeñece.


Imposible fijar la mirada en un punto de tu acuosa piel, de tu tegumento mutante. Ayer verde y hoy gris. Por cierto, para mañana anuncian que será azul. Tonos para una naturaleza viva y sin artificios. Colores para inesperados reflejos en tiempos de pausa.

Mis pensamientos entonces, se asemejan a tus olas. Se presumen cerca, aparecen, se rompen, para al final, desvanecerse. 

Han pasado las horas, varias horas. No estoy cansado, solo estoy quemado por el sol. Sabía que pasaría. La historia se repite como ayer, como hace siete días y como hace ya muchos años.

Mañana volveré, igual al atardecer, para que duermas otro de mis sueños y guardes mi penúltimo secreto.







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